sábado, 19 de marzo de 2011

Diario ABC- ARTES Y LETRAS- NUEVOS TIEMPOS PARA EL PASADO (26. 02. 2011)



( versión digital en la web del ABC aquí )


Transtempo

Cristina García Rodero

La Fábrica Editorial

23 x 28.5 cm

256 páginas


Viene de ser exhibida en el CGAC Transtempo, de Cristina García Rodero. Una heterogénea exposición de más de 100 fotografías recogida ahora en este volumen que desnuda las raíces de una Galicia probablemente desconocida para los habitantes de las metrópolis gallegas, ciudadanos acostumbrados a discursos de pacotilla en boca de fulanas de realities, que no saben dónde empieza la lengua y acaban las raíces. Y se jactan de esa ignorancia. A ellos esta Galicia les resultará lejana, un reflejo de las novelas de Cunqueiro, Castelao o Blanco Amor, pero que tan pronto cojan en sus manos les abrirá la puerta que separa el pasado del presente. Les provocará una cierta reacción en sus vísceras. Un súmmum sensorial que sólo la fotógrafa de Puertollano podría conseguir. Cristina García ostenta desde 2009 el mérito de ser la primera fotógrafa española en ser miembro de la prestigiosa agencia Magnum, y a su metódico y acertado ojo une un único espectro emocional para configurar una trinidad con su cámara. La calidad de su trabajo es lo que la ha llevado a ese éxito profesional del que treinta años atrás, cuando empezó este reportaje, aún no gozaba. Sin embargo aquí está, tres décadas en el futuro, esta observación casi voyeurista de las sensaciones, ese juego de miradas entre la autora y lo enfocado que desprende la inocencia de lo retratado: una pureza concentrada que provoca estremecimiento. Aquí no encontrará el lector arquitecturas ni juegos visuales. La autora expone representaciones casi rudimentarias de momentos fugaces, de momentos que anudan el pasado, el presente y el futuro de la humanidad del oeste peninsular. Claro que hay simetrías y composiciones con juegos de luces y enfoques, pero son un envoltorio que no ocultan la verdadera intención de la fotógrafa: revelar los sentimientos del pueblo.

Decía el mes pasado en estas páginas que cada fotografía concentra una estimulación de los recuerdos que construyen nuestra identidad, pero después de pasear libremente por las imágenes que ha retratado Cristina, el barrido visual por las páginas de este “Transtempo” le produce a uno la sensación de haber ido más allá, de haberse adentrado en un curso de antropología social. Durante la observación de estas fotografías, aunque sea ésta una observación rápida, uno no puede dejar de sentirse ocupado por la hermenéutica de las imágenes lacónicas que va descifrando. Encontrar el ritual del entierro de un nieto por parte de una abuela, configurar circunstancias y lugares concretos a fiestas y romerías populares o asignar rostros a sujetos que en el subconsciente somos nosotros, son actitudes que provoca este compendio de la identidad gallega, este reportaje histórico de la idiosincrasia del país. Acertadamente señala Miguel von Hafe (comisario de la exposición) en su prólogo a la obra que, como artista, “Cristina García Rodero sabe que estos documentos no nos devuelven la realidad. No nos cuentan historias, no son ilustraciones de un relato particular. Se constituyen en un meta-relato, que recorre con precisión interrogativa un determinado contexto social y geográfico, que lo supera, lo desborda para regresar siempre a su lugar original”. Esta espiral que deambula entre lo que se puede clasificar como arte o reportaje tal vez evoque al observador una duda pueril: ¿por qué una foránea escarba en nuestros sentimientos y paradigmas? En mi caso esta duda resulta absurda; me limito a considerar el resultado de la obra en su conjunto, las razones intelectuales o existenciales de las que proviene la idea de buscar las raíces gallegas por parte de una oriunda de Ciudad Real pertenece a una esfera completamente privada que sólo le importa a la artista. Lo que sí me importa es que en las revisiones selectivas de esta obra, mi mirada apresaba las fotos en las que creía reconocer paisajes por los que solía pasear en mi infancia. Quizás con esa economía del estudiante universitario vago que sabe recorrer apuntes detectando únicamente los pasajes útiles para el examen, así me reconocí buscando esas imágenes que me evocaban a mi pasado. Y me llevé una sorpresa: prácticamente la totalidad de la obra sumergía mis imágenes mentales en las páginas y se superponían a las imágenes de Cristina.



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